“El mundo de los aranceles es tóxico: nadie quiere quedarse mucho allí. Mejor negociar y cantar victoria”, dijo un economista refiriéndose a las medidas de Trump contra Canadá, México, China, Europa y en realidad contra el mundo.

Los amenazados retaliaron y ya la guerra comercial es formal, pero muestran interés en negociar comprometiendo recursos ingentes en la militarización de sus fronteras y adoptando nuevas políticas antidrogas, como la extradición, y asumiendo su propia defensa militar.

China respondió con un lacónico “estamos preparados para cualquier clase de guerra con los Estados Unidos”.

Trump insiste en volver a Canadá estado de la Unión.

Los europeos, luego del vaciadón a Zelensky, tratan de equilibrar las cargas estratégicas con su decisión de rearmarse con OCHOCIENTOSMIL MILLONES DE EUROS. Incluso Macron, nueva cabeza europea, con lenguaje que no recuerdo ni en de Gaulle, ofreció la capacidad nuclear francesa como disuasión a Rusia por “el peligro evidente que representa para los franceses y el continente”. Europa debe adquirir nuevas capacidades de defensa porque no es seguro que los americanos vengan a ayudarnos, dijo. Polonia refuerza su pie de fuerza y la OTAN descaece.

Trump, en el primer Estado de la Unión, acusó a los europeos de gastar más dinero comprándole gas y petróleo a Putin, que apoyando a Ucrania. Habrá que corroborarlo; pero sin duda es una afirmación poderosa, con consecuencias. Zelensky le escribió mansamente al mandatario y en Riad sus enviados aceptaron un alto al fuego bilateral de un mes, pendiente de un visto bueno incierto en Moscú.

Se desorganiza el cotarro con discursos, decretos y aranceles a ritmo frenético.

La economía empieza a mostrar síntomas de desaceleración. Una sucursal de la Reserva Federal previó decrecimiento para el primer trimestre de -2.8%, cuando hace un mes se estimó en +2.3%. La FED trató de dar un lánguido parte de tranquilidad.

Sin embargo, el desempleo en febrero aumentó. Gasto y confianza de los consumidores, motor de su economía, cayeron. Wall Street funciona como un electrocardiograma. El Índice de Incertidumbre de la Política Comercial está en niveles de 1960, antes de que cualquier arancel fuera aplicado. Cien mil empleos costarán los aranceles al aluminio y acero. Manufactureros y agricultores sienten la falta de mano de obra de los migrantes. La inflación mostró un leve descenso, lácteos y huevos aún por las nubes; las tasas no bajan rápido. El precio de las viviendas nuevas aumentó 7.5%. También el de los carros, antes de los aranceles. Los pedidos industriales cayeron. El déficit comercial creció 25% en enero, llegando a un tope de 155.000 millones de dólares. Los despidos en el gobierno federal, empiezan a impactar mal las mediciones económicas.

No se ve aún una “Trumprecesión”. En abril tendremos una película más nítida. Pero no tendremos tranquilidad económica ni política, con un liderazgo en Washington que cambia de opinión varias veces al día.

Negociar es la salida. Si duran los aranceles pierde el mundo, incluidos los EEUU. Si se desmontan unilateralmente se desgasta Trump y aumenta el caos.

Peligra la estabilidad de Europa.

Canadá no se amilana; usa su músculo en electricidad, materias primas y carros.

Si se negocia en Ucrania como está planteado, Rusia va a la cima geopolítica. Si no, la sombra de guerra permanece y Trump se debilita.

China, arrogantemente, se niega a dejar su puesto en el siglo XXI y fortalece su milicia y la Inteligencia Artificial. Protestó por el anunciado remplazo de sus operadores en el Canal de Panamá y por las amenazas a Irán.

A Latinoamérica, intrascendente salvo guerra en Guyana, la rondan aranceles a sus exportaciones agrícolas.

La economía colombiana, ya débil, tendrá más presión y tal vez sanciones si Petro, como es probable, en medio de la compra de aviones de guerra, maneja mal el proceso de certificación antidrogas que se inicia en abril, reviviendo los negros días de Samper.

Foto y columna: Colprensa