Por: Norberto Patarroyo – Cortesía «EL MURO DEL PATAN»
Su derecho a conocer la verdad sin reservas sobre la muerte violenta de su padre, ocurrida el 22 de febrero de 1997, impulsó a Diana López Zuleta a formarse como periodista y escritora. Ese mismo derecho -que para ella debe ser también un deber moral- la ha mantenido alerta para saber lo que ocurre tras las rejas con el hombre que ordenó el crimen: el exgobernador de La Guajira Francisco ‘Kiko’ Gómez. El
padre de Diana se llamaba Luis López Peralta y en su tierra guajira de Barrancas tenía un bien ganado prestigio como folclorista. Fue concejal del pueblo y hombre crítico y beligerante. Un día denunció a través de una emisora radial que ‘Kiko’ Gómez incendió las oficinas de la alcaldía, en un desesperado trance de piromanía para borrar el rastro del saqueo al que sometió al erario durante su primer periodo como gobernante local, entre 1995 y 1997. Era sábado cuando los sicarios entraron a la oficina de López en el hotel Iparú, de su propiedad, y le cegaron la vida. Diana tenía en aquella época siete años y casi desde entonces le hizo un seguimiento a todo lo que se publicaba sobre el crimen sobre las andanzas del principal sospechoso del asesinato de su padre y no declinó en su búsqueda durante 20 años, cuando la
justicia penal condenó a Gómez a 44 años de prisión. En uso de su derecho y cumplimiento de su deber, Diana le pide por estos días al Instituto Penitenciario y Carcelario (INPEC) que le explique las razones que sirvieron para el traslado del exgobernador Gómez de La Picota, en Bogotá, a la cárcel El Bosque de Barranquilla, donde están confinados estos criminales que han demostrado que son capaces de seguir manejando sus organizaciones tras las rejas. Sus celdas albergan a hombres como Emilio Tapia, cerebro de los más grandes carruseles de la contratación.
Los crímenes probados a Francisco Gómez se sumaron a sus voluminosos sumarios e hicieron que la pena total subiera a 55 Gómez. Casi en todos ellos está vinculado también Marcos Figueroa o ‘Marquitos’, temible jefe de una banda que le reportaba a ‘Kiko’ Gómez. ‘Marquitos’, capturado tiempo después en Brasil, es recordado por el general Óscar Naranjo, exdirector de la Policía, como un hombre que solía vestirse como un vaquero del viejo oeste, con botas media caña y sombrero, aunque en lugar de Smith & Wesson llevaba a mano una ametralladora con la que anegaba de sangre los parajes de La Guajira. Aparte de la muerte de Luis López, a la dupla GómezFigueroa la Justicia les atribuyó los asesinatos de la médica Yandra Brito, ocurrida el 28 de agosto de 2012. Ella también fue alcaldesa de Barrancas por el grupo político de Gómez, pero se negó a gobernar bajo los designios de éste. En el libro “Se creían Intocables” (Planeta, 2021) el general Naranjo narra que ante las presiones a las que vivía sometida la alcaldesa su esposo, Henry Ustariz, intervino para exigir respeto. Eso le costó la vida a Ustariz en abril de 2008. Hombre frío y sin escrúpulos, según lo describe el autor ‘Kiko’ Gómez se presentó en el funeral para ofrecer sus condolencias a la familia. Yandra Brito, la viuda, le dijo a ese momento al menor de sus hijos, que en ese momento tenía siete años -la misma edad de Diana cuando perdió a su padre, que mirara bien a ese hombre, que no se olvidara jamás de su rostro, porque era él quien había dispuesto el asesinato de su papi. Tiempo después ella misma cayó bajo las balas de sicarios.
Las denuncias de la comunidad wayuu sobre su mala gestión y los desquiciamientos de ‘Kiko’, ya como gobernador, también fueron acalladas con violencia. Gómez y miembros de la organización criminal que le secundaba también fueron procesados por la muerte de Chachi Hernández Sierra, hija de la lideresa de los wayuu en Maicao, Francisca Sierra, conocida como ‘mama franca’. Durante el funeral de su hija Chachi, ‘mamá franca’, de 76 años, gritó ente sollozos: “¡El gobernador mató a mi hija!”.