El acto de posesión del nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo de León, se llevó a cabo el pasado domingo por la noche. Fueron casi 10 horas de retraso, para que el gobernante tomara oficialmente su nuevo cargo por cuatro años, pese a diversos intentos durante los últimos meses, incluyendo el día de la investidura, por parte del Ministerio Público (Fiscalía) para evitar su llegada a poder.
Un retraso insólito para investir a Bernardo Arévalo
Arévalo, es un académico de 65 años que simboliza la lucha contra la corrupción. Su investidura como jefe del Estado se dio al término de una jornada en la que estuvo en riesgo la cesión de poder del mandatario saliente, Alejandro Giammatei, al presidente electo.
El propio Giammattei decidió no hacer presencia en el Teatro Nacional para la ceremonia de traspaso. El acto se hizo mediante su secretaria, argumentando que debía entregar su cargo antes de las 00.00 horas del lunes 15 de enero (en hora local).
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“Ante el riesgo de llegar a medianoche sin iniciar los actos protocolarios, en este momento hice entrega de los símbolos de la Presidencia al Congreso de Guatemala”, detalló el presidente saliente en sus canales oficiales de comunicación.
La sesión de investidura inició al filo de la medianoche del domingo, enfrentando obstáculos de parlamentarios salientes que retrasaron su realización. A pesar de ello, el nuevo Congreso se constituyó, desbloqueando la toma de posesión. El aplazamiento causó que numerosos invitados especiales, incluidos los presidentes de Chile, Gabriel Boric; Paraguay, Santiago Peña; y Costa Rica, Rodrigo Chaves, junto con el rey de España, Felipe VI, se marcharan antes de la ceremonia.
El presidente de la República @BArevalodeLeon y la vicepresidenta @KarinHerreraVP agradecieron a las y los líderes ancestrales que han estado 106 días de resistencia por su valiente lucha por la democracia. #GuatemalaAvanza pic.twitter.com/kl4WbfJZWB
— Gobierno Guatemala (@GuatemalaGob) January 15, 2024
A pesar de los desafíos, la investidura marca un nuevo capítulo en la política guatemalteca, donde la transición de poder se llevó a cabo finalmente, aunque no exenta de complicaciones logísticas y la ausencia de destacados líderes internacionales.