Pando (Bolivia), 22 de noviembre (EFE). En las profundidades de la Amazonía boliviana, donde la selva guarda un sinfín de tradiciones, las comunidades indígenas Esse Eja y Tacana enfrentan una crisis que amenaza su supervivencia. La contaminación por mercurio, derivada de la minería de oro, envenena las aguas del río Beni y pone en riesgo su principal fuente de alimento: los peces.
«La contaminación nos está matando»
Saúl Vargas, líder de la comunidad Tacana de Loreto, señala con preocupación el impacto de esta contaminación:
“Nos afecta a nosotros como personas, a los animales y a los peces que viven en el agua”.
Desde los años ochenta, la situación ha empeorado, con efectos visibles como dolores de cabeza, vómitos y temblores en las comunidades que dependen del río. Sin alternativas, los indígenas continúan pescando y consumiendo peces contaminados, una práctica que ahora representa un peligro mortal.
El mercurio, un enemigo invisible
De acuerdo con Oscar Campanini, director del Cedib, la crisis afecta al menos a 18 comunidades alrededor del río Beni. La contaminación no solo daña a los humanos, sino también al medio ambiente:
“Las aves, los peces y todo el ecosistema están completamente afectados”.
Por su parte, Borja Peralta, presidente de la comunidad Esse Eja en Enechiquia, subraya la falta de opciones para estas comunidades, forzándolas a depender de un recurso contaminado:
“Todos los peces están contaminados, pero no tenemos otra opción”.
Crisis alimentaria y económica
Además del veneno en las aguas, las comunidades indígenas enfrentan una crisis logística. La escasez de combustible y la falta de recursos limitan su capacidad para buscar alimentos alternativos.
En algunos casos, han optado por criar pollos o recurrir a productos agrícolas como arroz y yuca, un cambio que altera profundamente sus hábitos culturales y representa un desafío económico:
“Comprar carne de pollo es un gasto que muchos no pueden cubrir”, explica Alfredo Zaconeta, investigador del Cedla.
Leyes insuficientes frente a la minería
Las normativas que regulan la minería en Bolivia parecen favorecer a las cooperativas mineras en lugar de proteger a las comunidades afectadas. Según Zaconeta, las importaciones de mercurio han crecido alarmantemente, pasando de 12.000 kilos en 2014 a 151.000 en 2023.
Bolivia, aunque es firmante del Convenio de Minamata, ha mostrado pocos avances en la implementación de medidas para frenar esta crisis. Las comunidades no han recibido compensaciones ni remediación pese a los reportes sobre los daños.
Resistencia en medio de la adversidad
A pesar de la falta de apoyo, líderes como Saúl Vargas y Borja Peralta continúan alzando la voz. Aunque se sienten abandonados, su lucha por la justicia ambiental y cultural no cesa.
“Estamos solos”, dice Vargas.
Esta soledad, sin embargo, es también un símbolo de resistencia silenciosa: una lucha por preservar no solo sus vidas, sino también su relación ancestral con la Madre Naturaleza. EFE
Fotografía de una lancha a orillas del río Beni, en la región de Pando (Bolivia). EFE/ Esteban Biba