Armando Alberto Benedetti Villaneda es un comunicador social y periodista barranquillero, considerado un camaleón de la política. Es un colibrí que ha chupado los más delicados néctares del inagotable rosal que da la política en Colombia. Su trabajo como periodista fue fugaz, justo por esa coquetería que desde joven le hacía a la política. En ese rol de profesional de la comunicación se desempeñó como coordinador de Telecaribe en Bogotá, hizo parte de la redacción política e internacional del diario El Tiempo y fue reportero del Noticiero QAP. Hasta que se conectó con lo suyo: la política.
Su primer escenario se abrió cuando fue elegido concejal de Bogotá entre 1998 y 2000. Continuó en ese trasegar político y después, en las elecciones legislativas de 2002, fue elegido miembro de la Cámara de Representantes. Posteriormente logró un escaño más, y en las elecciones legislativas de 2006, resultó elegido como senador. Ya dentro del legislativo logró llegar a la presidencia del Congreso en 2005, y después fue nombrado embajador de Colombia en Venezuela entre 2022 y 2023 durante el gobierno de Gustavo Petro.
La carrera de Benedetti siempre ha estado salpicada de polémicas. Siempre lo han visto como el hombre feliz que ha caminado en varios gobiernos, paseándose muy orondo de la mano con sus escándalos, siempre con la protección del gobierno de turno. Después de su nombramiento como embajador de Venezuela, vinieron sus polémicas y eventos adversos. No terminaba su gestión de normalización de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia, cuando el 2 de junio de 2023 el presidente Petro le solicitó la renuncia como embajador debido al escándalo de interceptaciones ilegales a una niñera de la Jefe de Gabinete, Laura Sarabia.
La filtración de unos audios puso al Gobierno en un gran aprieto. Y las acusaciones no pararon ahí: también fue acusado en diferentes oportunidades por el Fiscal, Néstor Humberto Martínez, de estar ligado al caso Odebrecht. La pelea con el Fiscal no terminó ahí. Benedetti tuvo una investigación preliminar por la Corte Suprema de Justicia por supuestamente haber recibido sobornos en el marco de un escándalo que lo involucraba en el desfalco de unos dineros que pertenecían al magisterio en el departamento de Córdoba. Mientras tanto, Benedetti negaba esas acusaciones a través de ese humorismo costeño, siempre populachero y chabacano. Además, demandó a Martínez ante la ONU. Parece salir siempre ileso.
Las polémicas han sido como una sombra para Benedetti. Van con él. Algunos lo ven como el hombre feliz “armando” camorras y enfrentamientos. Una de gran impacto en el gobierno Petro fue la que se generó con los explosivos audios de Benedetti a Laura Sarabia. En los audios, ampliamente difundidos por la oposición y los medios de comunicación, Benedetti le advertía a Sarabia que iba a contar toda la verdad sobre la financiación de la campaña de Gustavo Petro, además de confesar que consiguió $15.000 millones de pesos para la campaña y todos los votos de la Costa. El exembajador recalcaba que sabía cómo se recogió la plata en esa zona del país. “Con tanta mierda que yo sé, pues nos jodemos todos”, dijo. “Nos vamos presos”, afirmó en tono amenazante, mientras se prendían las alarmas y el país se enteraba de otro escándalo que protagonizaba nuevamente Benedetti.
Buscando que las aguas se apaciguaran y pasó la tormenta, Petro decide ubicar a Benedetti en la embajada de la FAO en Roma. Esto le quedó a Benedetti como vestido recién confeccionado. Una forma de blindar a este gobierno de otro show más del político barranquillero. Esa fue una buena jugada de Petro. En febrero asumió Benedetti como el nuevo embajador de Colombia ante la Organización de la ONU para la Alimentación y Agricultura (FAO). La calma regresó y Petro dejó a buena distancia a esa persona importante en su carrera a la presidencia, a ese que se encargaba de llenar las plazas y de buscar aliados políticos en la Costa. Se fue lejos el jefe de una campaña electoral que culminó con éxito, pero que después estuvo salpicada de comentarios y críticas por los personajes que en ella participaron con dineros sin cuentas claras, temas que hoy son materia de investigación por parte de las autoridades.
Ahora, Benedetti vuelve a ser protagonista y tiene su nuevo show. Reveló su renuncia a su cargo de embajador de Colombia en la FAO, al tiempo que anunció que se someterá a un proceso de rehabilitación por el abuso del alcohol y sustancias. Decidió dar ese paso, según lo confirmó, por un quiste que le encontraron, un precáncer, que lo llevó a pasar unas semanas en Barranquilla para someterse a una intervención quirúrgica. Benedetti volvía a casa.
Pero ese regreso de Armando Benedetti al Gobierno ha generado un rechazo de diferentes sectores, incluyendo las toldas del petrismo. Por estos días se le vio en el Congreso de la República para iniciar su cargo como asesor externo. La decisión, tomada por Petro en un encuentro en Palacio de Nariño, fue vista por muchos como una jugada estratégica para reforzar el círculo de poder del presidente. Pero lo que más llamó la atención de ese encuentro Petro, Sarabia y Benedetti, fue la posición radical de varios miembros del gabinete, quienes se habrían negado a participar en una reunión con el presidente en solidaridad con los ministros que han venido criticando ese nombramiento. Este clima de confrontación dentro de la administración de gobierno deja evidente la apatía hacia Benedetti.
Vinieron más reacciones en contra del regreso a Palacio de Benedetti. La Defensora del Pueblo, Iris Marín Ortiz, le recordó a Benedetti un presunto acto de violencia política de género. Marín expresó su indignación ante la posibilidad de que Benedetti sea vinculado al Gobierno como asesor en el Palacio de Nariño, pronunciamiento hecho por Ortiz en el contexto del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. “Si esto es cierto, envía un mensaje erróneo al país, especialmente cuando enfrentamos una grave crisis de derechos humanos para las mujeres”. La defensora ha enfatizado que algunas actuaciones de Benedetti no solo han sido ofensivas, sino que también cuestionan el esfuerzo, la experiencia y el derecho de las mujeres a acceder a espacios de poder.
Se suma en su contra el tema de violencia intrafamiliar del cual también acusan a Benedetti, que, en julio pasado, la Cancillería de Colombia notificó un caso de violencia a través de su Embajada en España, al tiempo que inició una investigación disciplinaria contra Benedetti. Según informes periodísticos, también se reportó un incidente de violencia intrafamiliar en el que Benedetti habría amenazado con un cuchillo a su pareja, justificándose en su posición diplomática.
El panorama no es claro para Benedetti. Se destiñe el camaleón de la política. Pierde su tono el rojo de liberal con el que apoyó a Álvaro Uribe, y el mismo color con el que se hizo amigo de Juan Manuel Santos, a quien acompañó en defensa del proceso de paz. Solo le quedan a Benedetti los colores que identifican al Pacto Histórico en su bandera, aunque ya muchos no quieren tomarse la foto con él.
Benedetti es astuto y todavía, a dos años de terminar el periodo presidencial, no se sabe qué más va a hacer Petro con él. Lo evidente es que siempre lo protege. Algunos no le auguran mucho tiempo en Palacio, pues su vecina de oficina es su, no muy amiga, Laura Sarabia. Por el momento lo verán orondo por la Casa de Nariño, esgrimiendo su nuevo cargo de asesor del gobierno Petro y enlace en el Congreso de la República. Vendrán más shows y polémicas.